martes, 23 de junio de 2009

Rain

Se recomienda pinchar antes de iniciar la lectura.




Desde la ventana, ella veía como me iba alejando cada vez más, estaba lloviendo a mares, pero lo único que me importaba era alejarme, lo más posible, de allí.

Habíamos discutido sobre nuestra relación, sobre el papel que jugaba cada uno. Yo estaba totalmente enamorado de ella, era mi vida. Ella lo sabía, y creo que sentía lo mismo... al menos al principio.
Al cabo de los meses la cosa empezó a ir mal, cada vez nos veíamos menos, y cuando lo hacíamos era para discutir, tener sexo y volver a discutir. Todo aquello que teníamos se estaba perdiendo, y ambos lo sabíamos, pero no podíamos hacer nada al respecto, o quizás sería más correcto decir que ella no quería hacer nada al respecto.
Una vez pensé en llevarla lejos, empezar una vida nueva, tenía dinero suficiente como para empezar de cero en cualquier parte del mundo, nada nos retenía o eso pensaba yo. Hasta que un día todo cambio para siempre, lo que era mi vida, desapareció.

- Estoy embarazada. Dijo ella mientras sus lágrimas se resbalaban sobre su mejilla.
- ¿Qué?... ¿qué vamos a hacer ahora?... ¿cuánto hace que lo sabes?.
- Un par de días.
- Dios... no pasa nada, tranquila, seguiremos adelante, quiero tener este hijo, eres la mujer de vida, y pelearé hasta el último segundo para poder haceros felices a los dos.
- No. Creo que debería abortar.
- ¿No puede ser?, ¿qué estás diciendo?, sé que podemos afrontarlo, unidos seguro que lo conseguiremos. ¿Qué me dices, cariño?. Intentemoslo.
- ¿Estás seguro?.
- No he estado más seguro de nada en toda mi vida.
- Eso mismo dijiste cuando compramos el frigorífico.

Ambos nos reímos, nos abrazamos como nunca antes lo habíamos hecho, íbamos a tener un hijo, y era algo maravilloso.

- Te quiero.
- Yo también.

Unas pocas semanas después recibí una llamada cuando estaba en el trabajo, era del hospital, me dijeron que ella había tenido un accidente, y había perdido el hijo que esperábamos. Desde aquel instante, comprendí la dureza de la vida, y porque algunos piensan que es mejor morir.

Pasaron los días, ella se empezó a volver muy esquiva, a penas me miraba a los ojos y cuando le preguntaba que le ocurría siempre cambiaba de tema o simplemente me decía que había tenido un mal día.
Por mucho que me dijese, yo notaba que en sus ojos se había formado un tupido velo que no me dejaba ver, lo que antes veía, su amor hacia mí.
La pérdida del hijo nos afectó muchísimo, hasta tal punto que las peleas se hicieron habituales, y no era extraño vernos con otros personas. Solo seguíamos juntos por inercia, esa inercia que habíamos conseguido con la fuerza del principio. Hasta que un día ni siquiera esa inercia pudo arrastrar aquella disputa.

- ¡¡Estoy harta de ti!!.
- Si estás tan harta, ¿por qué no te vas?.
- Eso es lo que quieres, eh, que me vaya, pues no lo conseguirás.
- Estoy acostumbrado, nunca he conseguido nada contigo al lado.
- ¿Qué quieres decir?, ¿qué insinúas?, ¿dices que no pude darte un hijo?. Dijo empezando a llorar.
- No, lo siento, no quería decir eso.
- Sí querías, siempre piensas lo mismo, y siempre te lo callas, te lo veo en la cara, me desprecias y sientes vergüenza por no poder darte aquel hijo, lo sé.
- ¡No!, sé que no fue culpa tuya, nunca te culpe por ello y nunca lo haría.
- Lo acabas de hacer, sabía que algún día terminarías diciendolo, ¡bastardo!, ¡¡te odio, te odio, te odio!!. ¡Vete y no vuelvas nunca!.
- ¿Es eso lo que quieres?, ¿lo dices en serio?.
- Claro que sí, no puedo seguir adelante a tu lado, tu ya no me quieres.
- Esta bien, me iré y nunca más volverás a verte, pero nunca te dejaré que digas que no te quiero, porque eso es mentira.
- Vete, por favor.

Dejando todo lo que tenía, mi ropa, mis libros, mi vida, e incluso hasta mi orgullo, cerré la puerta de la casa y me fui caminado, con la lluvia cayendo al compás de mi corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario