sábado, 27 de junio de 2009

Thank you

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Sentado en lo más alto de las escaleras, junto a la carretera, espero frente al local "Shawarma Alsalam" a que el dependiente vuelva y quite el folio que esta pegado en la puerta que dice "Vuelvo enseguida". Mientras tanto, observo como la media luna se asoma entre dos grandes edificios, y pienso en que podría hacer para homenajear al mejor cantante de pop de la historia. Tras unos minutos, llego a la conclusión que la mejor forma es escribiendo todas las conexiones que he tenido con sus canciones y con su persona a lo largo de mi vida, y lo que ello me ha reportado.

De pequeño, siempre veía aquellos conciertos por la televisión en los que alguien bailaba de una forma tan extraña y vibrante que no podía apartar la vista. En aquellos momentos yo no era consciente de lo que aquel hombre había supuesto para mucha gente, y mucho menos, lo que supondría para mí.
Fueron pasando los años, y de vez en cuando veía fogonazos de sus escenas en la televisión, no siempre buenas, y en la mayoría de veces muy criticadas. Yo en aquellos momentos siempre me preguntaba porque no lo sacaban bailando, en vez de simplemente caminando por la calle, o montándose en un coche.

El momento cumbre llegó cuando con 15 años el profesor de inglés, nos mando traducir una serie de canciones, y algunas otras las traducíamos en clase, junto a los ordenadores, una de aquellas canciones era "Billie Jean", con su letra extraña, diciendo que esa tal Billie Jean no era su amante, y que aquel hijo no era suyo, que tuviera cuidado y que pensara las cosas dos veces antes de hacerlas. A partir de ese momento, empezó a fascinarme sus letras, y sobretodo, el porque de ellas.

Unos pocos meses después de aquello, en casa de un gran amigo, descubrimos que en el juego "Grand Theft Auto Vice City", sonaba aquella canción por la emisora del coche, poco a poco empezamos a aprendernos la letra, que ya sabíamos por clase de inglés, y su ritmo. Siempre que jugábamos a ese videojuego, solo lo hacíamos para coger el coche, buscar la emisora Flash FM y esperar a que saliera "Billie Jean", aunque solo fuese por unos pocos segundos.

Unas semanas después, llegó la verdadera revolución para mí cuando, estando en un bar de Guadix, comiendo algo, apareció un hombre intentando vender discos piratas, y entre ellos apareció "Number Ones". Tras convencer a mi padre lo más rápido que pude, conseguí comprar el disco, y directamente me fui al coche yo solo para probarlo. Busqué rápidamente "Billie Jean" y me pase todo el tiempo metido en el coche escuchándola decenas de veces repetida.
En el viaje de vuelta a casa, Roquetas de Mar, escuchamos todas las canciones, y muchas de ellas me sonaban de haberlas escuchado en la televisión o en la radio.
Varias horas después y tras haber escuchado el disco completo un par de veces, me dije a mi mismo que aquel tipo era el mejor cantante que yo jamás había conocido.

Al cabo de los años, me fui olvidando de él, hasta que un día, sin previo aviso, apareció por la televisión en un canal local, el documental "Moonwalker", empecé a verlo a medias.
Al día siguiente, y con la esperanza de verlo otra vez, para mi sorpresa apareció, y pude verlo entero, tras discutir varias veces con mi padre para que lo quitara, ya que era una noche especial para tener la televisión encendida, era la noche de Navidad.

Al cabo de un año me fui a estudiar a Granada, lejos de mi familia, y en un piso totalmente desierto, las noches eran largas, y me sentía realmente solo. Siempre lo había sido, era algo que podía soportar apoyandome en algo, ese año me apoyé en la su música. Descubrí al artista, al genio por completo, escuchaba sus éxitos por todos lados, releía sus letras e incluso buscaba "tenientes" en sus canciones (frases en inglés que al oído son españolas).

Pasaron dos años más, y de repente y cuando menos lo esperaba, en una madrugada del 26 de junio de 2009, leo casi sin querer, "Ha muerto" en el periódico deportivo online "Marca". Rápidamente pienso que es una broma, un fallo, pero poco después veo que en todos los sitios de la red, su muerte se esta haciendo realidad, durante minutos me siento congelado, sin saber que hacer, me di cuenta de que aquel cantante de 50 años había formado parte de mi vida, y que gracias a sus canciones, había vivido cosas realmente increíbles y emocionantes.

Este es mi pequeño homenaje, en memoria al rey del pop, en memoria a Michael Jackson (29 de agosto de 1958 - 25 de junio de 2009).

viernes, 26 de junio de 2009

Amigo

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Una vez que terminé la carrera, y ver que el panorama no estaba tal y como yo pensaba, decidí antes de meterme de cabeza en el mundo laboral, hacer una viaje que me sirviera para aclarar mis ideas, y quizás, porque no decirlo, como una experiencia personal.
De entre todos los sitios que tenia pensados, no me llegaba ni para tan solo uno, así que me lo plantee como un reto personal, y salí a viajar con lo poco que tenía ahorrado, la mochila acuestas y mucha confianza en mí mismo. De eso hace ya hoy, 3 años.

Primero empecé gastando el dinero que tenía, y viajaba cómodamente, no muy lejos, pero cómodamente. Cogía el autobús, comía en restaurantes, incluso dormía en moteles. Con una pasmosa rapidez el dinero se terminó, y empecé el verdadero viaje.
A través de la carrera haciendo "dedo", aprovechando la amabilidad de la gente, y poniéndole mucha cara a todo lo que hacía, conseguí casi siempre lo necesario para sobrevivir.
A medida que me alejaba más de casa, empezaba a notar las diferencias culturales, comida, acento, costumbres, personalidades... Lo que más me gustaba de todo aquello, era que fuese a donde fuese, siempre aprendía algo.

Un día, trabajando para un viejo granjero, conocí a la persona que yo identifico con la palabra amistad.

- Ey, ¿qué haces?. Dijo él, con esa cara extraña y un tono agresivo.
- Trabajando, ¿no lo ves?. Conteste sin miedo. ¿Quién demonios eres tú?.
- ¿Yo?. Yo soy Phillip. ¿Y tú quién eres?.
- Yo soy Homer. Dije en voz baja.
- Jajajaja, ¡anda! como el de la serie, "The Simpsons".
- ¿Y qué?, tu te llamas como el protagonista de "Futurama".
- ¡Anda es verdad!. Nunca me lo habían dicho, también es casualidad, ¿no crees?.

Tras unos días, Phillip aparecía por allí más a menudo. Vivía cerca de allí, por lo visto estaba solo, y por eso siempre iba tan desaliñado y tenía tan mal aspecto, según él, demasiado trabajo tenía intentado buscar comida como para perder el tiempo en ir bien aseado.

Al cabo del tiempo, el granjero tras ver tantas veces a Phillip por allí, le propuso que me echara una mano de vez en cuando, y él a cambio, le daría de comer, así no tendría que preocuparse por buscar la comida y podría bañarse.

Fueron pasando las semanas, y Phillip y yo, nos fuimos haciendo cada vez más amigos, hablamos durante horas, e incluso había veces que salíamos al pueblo, aunque nadie se acercaba a él.

- No se acerca nadie por tu culpa. Le dije a Phillip en medio de la plaza, en broma.
- Que va, lo que ocurre es que les impresiono tanto que les da vergüenza acercarse a mí.
- ¡Gua!, ¿ves aquella chica?.
- ¿Cuál?, ¿la de verde?.
- Si eso es un tío.
- Ah, pues no la veo entonces.
- Mira, mira, allí, justo al lado de la fuente.
- Vaya... si que es guapa, ¿nos acercamos?.
- Mejor me acerco yo, no vaya a ser que la "impresiones" tanto que huya despavorida.

Así fue como conocimos a Audrey. El caso es que ambos, tanto Phillip como yo, nos hicimos muy amigos de ella.
A mí me gustaba su cabello oscuro y largo, y a él sus ojos negros y penetrantes. A mí me gustaba sus comentarios tan ingeniosos, y a él su simpatía natural. A cada uno nos gustaba cosas diferentes de ella, lo que la hacía mucho más especial.

De vez en cuando, y cuando el viejo granjero nos dejaba, cogíamos su coche e íbamos a por Audrey, dábamos vueltas con el coche o simplemente íbamos a la montaña a ver las estrellas. No hacíamos nada especial, eran cosas muy simples, pero que sin duda me enriquecían.

- ¿Habéis probado alguna vez a contar estrellas?. Dijo ella tumbada sobre la hierba mirando al cielo estrellado.
- Yo una vez lo intenté pero como solo se contar hasta cien... Dijo Phillip bastante serio.
- ¿De verdad que solo sabes contar hasta cien?. Le pregunté extrañado.
- Sí.
- Y porque no empezaste de nuevo, y cuando llegases otra vez a cien, juntabas los cien de antes y los de ahora, y ya tendrías doscientos. Dijo Audrey con ingenio.
- Pues es cierto, lo haré la próxima vez así.

Los días pasaban, y todo transcurría normal, hasta que un día, Phillip dejo de venir. No era raro en él que se ausentase un par de días, pero esta vez era ya casi una semana, por lo que llame a Audrey.

- ¿Sabes algo de Phillip?. Le pregunte esperando una respuesta afirmativa.
- No, ¿qué ocurre, es que no va por allí?.
- No, hace más de una semana que no viene.
- ¿Sabes donde vive?. Pregunto Audrey.
- Sí, más o menos, iré a recogerte esta noche, y nos acercamos.

Acercándonos con el coche hacia su casa, todo estaba en absoluto silencio.

- Quedate en el coche, voy a ver si esta dentro de la casa. Le dije a Audrey mientras bajaba del coche.

La puerta estaba atascada, pero con un empujón conseguí abrirla. Dentro había un olor nauseabundo, realmente espantoso, y todo estaba realmente sucio. Apenas se podía ver nada con la luces del coche enfocando hacia la casa. De repente, me tropecé con algo, y sentí un escalofrío seco y vibrante que me retumbo en el alma.
Era Phillip, estaba bocarriba, tenía los ojos en blanco, y su piel estaba completamente pálida. Note como una parte de mí desaparecía en el infinito. Salí de la casa, me monté en el coche, y tras dar varias vueltas más, lleve a Audrey a casa. No podía decirle lo que había visto así que la convencí diciéndole que al día siguiente yo mismo avisaría a la policía de la desaparición de Phillip.
Tras dejarla, llamé a la policía de forma anónima y le explique la situación.

Volví a casa del viejo granjero, estaba durmiendo, decidí no despertarlo y en silencio recogí todas mis cosas, y me fui de allí caminado, dejando atrás el sonido de las sirenas de policía.

El cielo estaba lleno de estrellas, nunca lo había visto así, era tan majestuoso, tan inmenso, y casi sin querer empecé a contar de cien en cien cada una de ellas.

martes, 23 de junio de 2009

Rain

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Desde la ventana, ella veía como me iba alejando cada vez más, estaba lloviendo a mares, pero lo único que me importaba era alejarme, lo más posible, de allí.

Habíamos discutido sobre nuestra relación, sobre el papel que jugaba cada uno. Yo estaba totalmente enamorado de ella, era mi vida. Ella lo sabía, y creo que sentía lo mismo... al menos al principio.
Al cabo de los meses la cosa empezó a ir mal, cada vez nos veíamos menos, y cuando lo hacíamos era para discutir, tener sexo y volver a discutir. Todo aquello que teníamos se estaba perdiendo, y ambos lo sabíamos, pero no podíamos hacer nada al respecto, o quizás sería más correcto decir que ella no quería hacer nada al respecto.
Una vez pensé en llevarla lejos, empezar una vida nueva, tenía dinero suficiente como para empezar de cero en cualquier parte del mundo, nada nos retenía o eso pensaba yo. Hasta que un día todo cambio para siempre, lo que era mi vida, desapareció.

- Estoy embarazada. Dijo ella mientras sus lágrimas se resbalaban sobre su mejilla.
- ¿Qué?... ¿qué vamos a hacer ahora?... ¿cuánto hace que lo sabes?.
- Un par de días.
- Dios... no pasa nada, tranquila, seguiremos adelante, quiero tener este hijo, eres la mujer de vida, y pelearé hasta el último segundo para poder haceros felices a los dos.
- No. Creo que debería abortar.
- ¿No puede ser?, ¿qué estás diciendo?, sé que podemos afrontarlo, unidos seguro que lo conseguiremos. ¿Qué me dices, cariño?. Intentemoslo.
- ¿Estás seguro?.
- No he estado más seguro de nada en toda mi vida.
- Eso mismo dijiste cuando compramos el frigorífico.

Ambos nos reímos, nos abrazamos como nunca antes lo habíamos hecho, íbamos a tener un hijo, y era algo maravilloso.

- Te quiero.
- Yo también.

Unas pocas semanas después recibí una llamada cuando estaba en el trabajo, era del hospital, me dijeron que ella había tenido un accidente, y había perdido el hijo que esperábamos. Desde aquel instante, comprendí la dureza de la vida, y porque algunos piensan que es mejor morir.

Pasaron los días, ella se empezó a volver muy esquiva, a penas me miraba a los ojos y cuando le preguntaba que le ocurría siempre cambiaba de tema o simplemente me decía que había tenido un mal día.
Por mucho que me dijese, yo notaba que en sus ojos se había formado un tupido velo que no me dejaba ver, lo que antes veía, su amor hacia mí.
La pérdida del hijo nos afectó muchísimo, hasta tal punto que las peleas se hicieron habituales, y no era extraño vernos con otros personas. Solo seguíamos juntos por inercia, esa inercia que habíamos conseguido con la fuerza del principio. Hasta que un día ni siquiera esa inercia pudo arrastrar aquella disputa.

- ¡¡Estoy harta de ti!!.
- Si estás tan harta, ¿por qué no te vas?.
- Eso es lo que quieres, eh, que me vaya, pues no lo conseguirás.
- Estoy acostumbrado, nunca he conseguido nada contigo al lado.
- ¿Qué quieres decir?, ¿qué insinúas?, ¿dices que no pude darte un hijo?. Dijo empezando a llorar.
- No, lo siento, no quería decir eso.
- Sí querías, siempre piensas lo mismo, y siempre te lo callas, te lo veo en la cara, me desprecias y sientes vergüenza por no poder darte aquel hijo, lo sé.
- ¡No!, sé que no fue culpa tuya, nunca te culpe por ello y nunca lo haría.
- Lo acabas de hacer, sabía que algún día terminarías diciendolo, ¡bastardo!, ¡¡te odio, te odio, te odio!!. ¡Vete y no vuelvas nunca!.
- ¿Es eso lo que quieres?, ¿lo dices en serio?.
- Claro que sí, no puedo seguir adelante a tu lado, tu ya no me quieres.
- Esta bien, me iré y nunca más volverás a verte, pero nunca te dejaré que digas que no te quiero, porque eso es mentira.
- Vete, por favor.

Dejando todo lo que tenía, mi ropa, mis libros, mi vida, e incluso hasta mi orgullo, cerré la puerta de la casa y me fui caminado, con la lluvia cayendo al compás de mi corazón.

domingo, 21 de junio de 2009

Σειρήν

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Caminando por la orilla, a veces, uno puede encontrar cosas realmente sorprendentes, desde conchas, vidrio lijado que parece una joya, latas, alguna bolsa de plástico, y hasta, como me ocurrió a mí, a una sirena.



No sé si esto le habrá pasado a alguien más o simplemente es que soy afortunado, el caso es que tras levantarme de la cama, desayunar mi habitual tazón de cereales y vestirme, siempre en este orden, fui a pasear por la playa, lo cierto es que no me queda muy lejos y aquella mañana me veía con mucha energía, así que, me dije, "¿por qué no ir a la playa?".

Desde el principio del paseo hasta el final hay varios kilómetros, alrededor de unos 15, yo con caminar unos 2 ya me daba por satisfecho. Al cabo de un par de horas y tras empezar a notar la extremada fuerza del sol sobre mi cabeza, decidí adentrarme en la orilla para refrescarme, cual fue mi sorpresa cuando de repente y sin previo aviso, veo a una pareja teniendo relaciones sexuales, ¿a las 12 de la mañana?, eso me dije, pero ya sabe que pueden más los instintos que la razón.
Después de caminar durante un rato más y tras no poder aguantar un segundo más el sofocante calor, probé suerte otra vez.
Esta vez no era una pareja, sino una chica sola. Parecía dormida sobre la orilla, mientras que las pequeñas olas le subían hasta el cuello y bajaba hasta su estrecha cintura. Corriendo me apresuré a sacarla de allí, y cuando lo hice todos mis sentidos estallaron en un Big Bang apoteósico, en el que no podía dar crédito a lo que estaba viendo, y para colmo el calor aumentaba. Al cabo de un rato, ella se despertó y yo por fin me pude refrescar.

- ¿Quién eres?. ¿No seras un pervertido?. Dijo ella.
- ¡No!, aunque hace un rato lo parecía, eso sí, no fue culpa mía de que aquellos dos estuvieran allí. Dije visualizando la escena mentalmente.
- ¿Cómo?. Pregunto extrañada. ¿Qué hago aquí?¿qué me ha ocurrido?.
- Eso mismo te iba a preguntar yo, bueno y también un par de cosas más, en especial si sabrías decirme porque estoy hablando con una sirena y no, tal vez, con un duende que me diga que queme cosas, por ejemplo. Dije mojandome el pelo con el agua salada.
- Eres bastante rarito, ¿lo sabías?.
- Yo no soy el que tiene cola... ejem... sí, ambos somos raritos.

Tras averiguar que era una sirena, algo bastante obvio, intente llevarla a casa disimulando que era una amiga borracha y se había disfrazado.

-¡¡Ehhh!!. Cuidado, que me vas a tirar, sujetame bien la cola. Dijo ella medio enfadada.
- Lo siento, es que es la primera vez que llevo una sirena en brazos por medio de la ciudad. Me pregunto si harán cursos para esto.

Una vez en casa, tras evitar a mi vecina la cotilla durante más de media hora, pude por fin descansar en el sofá.

- ¿Tienes algo de comer?. Dijo con cara de hambrienta.
- Claro, ¿qué te apetece?.
- ¿Tienes algo de pescado fresco?.
- Claro, es verdad, eres una sirena solo comes pescado.
- ¡No!. Es que estoy a dieta.
- Ah. Dije mientras me rascaba la cabeza y pensaba en lo extraño que sonaba eso.

Tras darle unas anchoas en conserva que tenía (pobre de ella), me dispuse a ametrallearla con preguntas.

- ¿Cómo es que...
- ¿Sabes que estas anchoas están malísimas?. Me interrumpió ella.
- Eh, sí, lo siento, es que no tengo otra cosa.
- Vaya... no eres muy buen anfitrión, quiero que lo sepas.
- Lo siento, otra vez. Dije mientras pensaba que quizás sí que podría haber cursos para ser buen anfitrión de una sirena.

Durante unos instantes se produjo un intenso silencio, yo pensaba en lo extraña y bella que era, supongo que ella pensaría en lo asquerosas que estaban esas anchoas.

- ¿Podrías llevarme de nuevo a la playa?. No sé lo que ha ocurrido, y seguro que aquí no lo voy a poder averiguar, así que lo mejor será volver cuanto antes.
- Claro, no hay ningún problema. Conteste con valentía sin pensar en la vecina cotilla.

Tras superar los mismos obstáculos de nuevo, llegamos al punto de retorno.

- Bueno, ya estamos aquí. Dije algo cansado.
- Gracias por todo, has sido muy bueno conmigo, la verdad que eres el mejor humano que he conocido, también es cierto, que eres el único.
- Ah, gracias, te copio las palabras y te digo lo mismo, excepto cambiando lo de humano por sirena, ya sabes.

Esbozó una sonrisa, y se metió en el mar sin llegar a sumergirse del todo.

- ¿Sabes?, no eres tan mal anfitrión. Dijo sonriendo.
- Lo hice lo mejor que pude, te lo agradezco. Supongo que esto es el adiós. Pregunté sabiendo la respuesta.
- Sí, así es. Espero que nos volvamos a ver.
- Lo mismo digo.
- Adiós.
- Hasta pronto.

Se sumergió y casi tan rápido como un rayo desapareció en la claridad del mar.

- ¡Olvidé preguntarle el nombre!. ¡¡Espera, espera!!. ¡¡¡¿Cómo te llamas?!!!.

viernes, 19 de junio de 2009

El infinito

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Siempre que miraba a mi alrededor, solo veía su imagen.

Al cambiar de ciudad pensé, que todo cambiaría pero no fue así. Estaba solo en una ciudad que no comprendía, lejos de lo que me importaba y ese sentimiento seguía ahi, como un copo de nieve que se esconde entre los huecos de la montaña.
Era algo insoportable, me dolía el corazón solo de pensarlo, como pude ser tan idiota, me repetía constantemente, mientras sostenía un vaso de whisky en mi mano.

Los meses pasaban y nada cambiaba, salvo mi aspecto, notaba como mi piel se envejecía, mi barba crecía y las ojeras se volvian mucho más negras. A veces me costaba reconocerme en el espejo, y tardaba varios minutos en encontrar una similitud con mi antiguo yo.
No perdía tiempo en cambiarme de ropa y mi olor corporal era repugnante incluso para mí.
Empecé a notar que me costaba salir de casa, tenía miedo a relacionarme, pensaba que volvería a caer en el mismo error y defraudaría a gente de nuevo.

Sin darme cuenta fueron pasando los años, iba perdiendo peso paulatinamente, solo tenía mis recuerdos, desaparecí para el resto del mundo, notaba que el peso del planeta era demasiado para una persona torpe e inocente como yo, y la forma más fácil de esquivar esa responsabilidad era escapando de ella.
A mi alrededor solo se veían libros y películas, solo en ellos notaba que, quizás con un poco de suerte, podía vivir nuevas experiencias.

Siento que mi vida ha pasado, tuve mi momento y no lo atrapé, lo dejé escapar, lo dejé durante tanto tiempo que cuando me dispuse a perseguirlo no sabía ni por donde empezar. Durante un tiempo pensé que podría encontrar un atajo, algo que me hiciera recobrar esa desventaja pero me di cuenta de que eso no existía, y que solo había un camino, un camino que deshice a consciencia y que por mucho que intentaba trazarlo de nuevo, no podía.

Ahora el camino se ha desviado, y lo único que contemplo es el infinito.

martes, 16 de junio de 2009

New York

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Solo caminábamos.

Una calle estrecha, en la que el viento conseguía meter su aliento solo por los rincones más inesperados. Era de noche, a lo lejos, las luces de Times Square iluminaban la calzada. Se olía la comida recién hecha de los restaurantes y los puestos más cercanos. Se oía el murmullo de todas y cada una de las personas que caminaban cerca de nosotros y de fondo una melodía, “Fannin´ Street” de Scarlett Johansson, sonaba como un eco dentro de mi cabeza.

Acariciaba su pelo, era suave y largo.

Alguien tocaba el saxo cerca de la salida del metro, la gente pasaba a su lado sin tan siquiera prestar atención a las notas. La vendedora de ticket del metro hacía su trabajo de forma mecánica, como si fuera una de las máquinas que se situaban a tan solo un par de metros de ella. Sentados dentro del metro, mi vista no alcanzaba a ver las pintadas de las paredes por las que avanzábamos, pasaba a la vez tan rápido y ligero como un guepardo tras su presa.

Ella me miraba con sus claros ojos azules.

Subiendo las escaleras, miré el cartel, “Chambers Street”. Ante mí, solo muros de hierro y acero, a lo lejos una explanada de escombros convertidos en leyenda y vidas perdidas.
Llegando al paseo, frente a nosotros, New Jersey, mostrándose en su esplendor lleno de luces y brillos reflejados sobre el río Hudson.

Le cogí la mano, era cálida y frágil.

A lo largo, todo parecía perfecto, cada centímetro de aquello merecía la pena. A un lado se recogían los árboles en grupos, como intentando no pasar frío. Los altos edificios nos protegían de las amenazantes nubes en el cielo, como luchando en las alturas por conseguir el control. Las pequeñas barcas atracaban en los mini puertos del paseo, haciendo que el sonido de sus motores alterara el silencio de la noche.

La abrigué con mi brazo alrededor de su cuerpo.

Allí estaba, sola. Iluminando con su antorcha el cielo, signo e icono de libertad. Invitando a todo aquel que quiera pasar a ver la ciudad. Ambos nos mirábamos con dulzura, disfrutábamos del momento.

Nos besamos, y recuerdo que aquel beso me atravesó el corazón.



- Texto e ilustración creados el día 16 de Noviembre de 2008, como colaboración para el blog "La Terapia del Whisky". -

viernes, 5 de junio de 2009

La stanza del figlio

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Me levante de la cama, era verano y las sábanas estaban por el suelo. Hacía un calor horroroso, lo único que salvaba de ese sofocante calor era la brisa marina que entraba por la ventana. A tan solo unos pocos metros, el mar, esa inmensa calma azul que rodea toda nuestra existencia y que hace que el corazón palpite un poco más rápido cuando la contemplamos. "Eso es lo que necesito", era lo que me decía a mi mismo cuando vi por primera vez esta casa y me decidí a comprarla.

Gracias a mi trabajo el dinero no es un problema, los años, la experiencia y la suerte han hecho que me haga con un puesto importante dentro del negocio familiar. La familia siempre ha sido algo importante para mi, lo era cuando tenía 14 años y vi a mi tío Giancarlo dispararle en la cabeza al perro del vecino porque no paraba de ladrar, mientras él me explicaba que era el álgebra, desde entonces las matemáticas no me han gustado mucho. Y también lo ha sido hasta ahora, cuando a pesar del paso del tiempo ha seguido ahí, apoyandome y guardándome las espaldas, pero esta mañana, al ver la profundidad del mar, el poder del infinito, he decidido que la hora del cambio ha llegado.

Mientras escucho en el coche "Rigoletto" de mi tocayo, el señor Verdi, conduzco tranquilo sin distracciones, el camino es largo así que casi puedo escuchar por completo la famosa obra. En el trayecto, he meditado los pasos, mis pasos, no debo precipitarme, algo así nunca puede hacerse desde la locura ni desde el sosiego, tengo que concentrarme y esperar mi oportunidad, "si durante tanto tiempo la suerte me ha sonreído, ¿por qué ahora no lo iba a hacer?", era lo que me decía a mi mismo para convencerme del todo.
Tras la sombra de mi Ferrari se podían intuir las trazas de la carretera, blanco, negro, blanco, negro... un bucle que solo a veces paraba para ser del todo blanco durante unos segundos.
La velocidad nunca ha sido mi fuerte, pero llega un momento en el que ella hace que seas su fuerte, y no puedas conducir sin su atracción.

Estoy llegando a la ciudad, estoy llegando a Nápoles. Eso que dicen de que los momentos previos a un acontecimiento grandioso son los mejores... es cierto. Todo esta claro en mi mente, ni un nubarrón ni una duda, veo el pasillo despejado, y lo que es mejor, me veo cruzando el pasillo y llegando a la habitación siguiente, llegando... a la habitación final.

Todo en la carnicería esta igual que siempre, los mismos bastardos, los mismos chimpancés de siempre, dando su vida por aquello que creen que es real, y que les cuidara el día de mañana, cuando su mierda no pueda aguantarse fuera de su culo. Le doy un abrazo a mi tío mientras le beso en las mejillas, o al menos eso parece, ya que solo le rozo. Le pido que nos dejen a solas, ha llegado el momento.

-Tío.
-Dime,Giuseppe.
-Voy a matarte. ¿Quieres que yo, tu sobrino, sea tu sucesor gracias a tu muerte?, o por el contrario, ¿deseas morir y que yo muera a manos de tus secuaces?.
-Giuseppe, tu nunca podrás matarme, hijo.

Saco la pistola, le apunto, aunque le disparase no se oiría nada, lleva el silenciador.

-Y ahora, ¿podría matarte tío?.
-No. No te das cuenta, hijo, tú solo podrás matarme si yo te lo ordeno.
-Jajajajaja, tío, abre la boca una vez más y te aseguro que sera lo último que hagas, bastardo.

Mi tío soltó una agradable e irritante sonrisa, se burlaba de mí, era insoportable, estaba tan seguro de sí mismo que no podía soportarlo ni un minuto más.

-Tu fin ha llegado, tío.
-No, Giuseppe, el fin solo ha llegado para ti.

Pum.

En la inmensidad del mar voy a ser arrojado como un perro, desde el barco "La stanza del figlio", era el barco de mi tío, le puso ese nombre porque la cinta de Nanni Moretti significaba mucho para él, ya que su hijo murió igual que el hijo de la película. El peso de las piedras atadas a mis manos y pies me hacen descender rápidamente y veo como el mundo se acaba al igual que mi vida. Pero antes del final, solo antes, recuerdo como Tony, el perro fiel de mi tío, me disparo en el cuello antes de que yo apretara el gatillo.

El mar, esa inmensa calma azul que rodea toda nuestra existencia y que hace que el corazón palpite un poco más rápido cuando la contemplamos. "Eso es lo que necesito".