lunes, 5 de octubre de 2009

Pescando

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Corriendo, sin parar de correr avanzaba e intentaba escapar de la policía. Entre los matojos, entre las vallas de las casas, entre las calles estrechas y entre la multitud. No pensaba, solo huía, dejando atrás a mi propia sombra haciendome así incapturable, inmune hacia el mundo, solo yo.

Sabía que aquel asesinato había sido obra mía, y que por lo tanto la policía daría conmigo antes o después, por eso mientras tomaba un respiro, pensé que haría de aquellos últimos días, los más felices de mi vida.

1º DÍA

Recuerdo aquel día como el día en el que más corrí de toda mi vida, las piernas me temblaban incluso después de descansar varias horas, por la garganta notaba como la brisa entraba hacia mis pulmones con gran rapidez, mis ojos nunca antes habían estado tan cristalinos, la fuerza del aire los hacía llorar y mi corazón palpitaba incluso más fuerte que en mi primer beso.
Mientras me calmaba durante aquellos minutos decidí que haría en mi primer último día libre, pensé en ir a pescar. Podía hacerlo de noche en el anonimato de la oscuridad, tenía dinero para comprar los materiales y no podía dormir, era perfecto.
El sonido del mar me calmó, me sentía en paz, no picaban pero no me importaba. Durante aquella noche pensé en como sería la muerte, llegué a la conclusión de que es un estado en el que ni sientes ni padeces, simplemente ha llegado el fin.

2º DÍA

Quería dormir algo pero no podía, así que antes de que la mañana se levantase, pensé en pelearme con alguien, casi siempre terminaba con la cara roja, ensangrentada y llena de moretones, pero la sensación de desenfreno y agresividad me ayudaría a soportar aquellos últimos días.
Me pelee con un chico de mi misma edad, algo más delgado que yo, fue el primero en pasar por el paseo, estaba con su perro que salio huyendo nada más empezar la pelea. Creo que lo maté.
Sin saber que hacer, me fui a un motel, llamé a un puta, me la folle y por fin pude dormir algo.

3º DÍA

Desayuné todo lo que pude, tenía agujetas del día anterior y todo el mundo me miraba mal, no se si era por mi aspecto desaliñado o por mi insoportable olor a pescado muerto. Decidí alquilar un coche, un deportivo. Tenía la necesidad de ponerlo a tope, quería vibrar, quería sentir de nuevo esa sensación de pánico y de inseguridad que tanto me gustaba.
Alarme varias veces a la policía local, pero nunca me alcanzaron, hasta que por fin alguien, me sorprendió, ambos corríamos a gran velocidad, dejando a nuestro paso un caos infernal. Estaba ansioso y enfermizo, justo igual que cuando, hace unos días, maté a mi esposa y a mi hijo.
De repente un sentimiento de culpabilidad me invade, me doy cuenta de lo que he hecho, dejo de pisar el acelerador y suelto el volante. El coche choca contra el quitamiedos, aún estoy consciente, pero no siento nada, todo lo veo a cámara lenta, en ese instante recuerdo lo pensado mientras pescaba "¿como sería la muerte?, llegué a la conclusión de que es un estado en el que ni sientes ni padeces, simplemente ha llegado el fin", acto seguido entré en ese estado sin retorno.

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